
Las startups tienen un ciclo de vida marcado que determina su crecimiento como empresa. Sus necesidades suelen venir determinadas en función de la etapa de la startup que se encuentren, así como sus objetivos y características concretas.
Más allá de su definición legal, podemos afirmar que una startup es una empresa de nueva creación que se basa en una idea innovadora con un modelo de negocio escalable, normalmente asentado en el uso de las nuevas tecnologías, por lo que tiene una elevada capacidad de crecimiento.
El crecimiento de una empresa suele compararse al de una planta, puesto que ambas, en sus fases de inicio, necesitan una atención y cuidados específicos para que su desarrollo sea factible. Su origen es una semilla, después germina y finalmente da sus frutos.
El proceso se puede dividir en cuatro etapas diferentes: pre-seed o pre-semilla en la que se gesta la idea; seed o semilla en donde se testa y valida el producto; early stage o fase temprana que conlleva las primeras ventas, se realizan iteraciones para mejorar el producto y se genera tracción con los primeros clientes y, por último, growth stage o fase de crecimiento, clave para su desarrollo.
Fase pre-seed o pre-semilla
Esta etapa se caracteriza por ser cuando surge la idea en la que se basa la startup. Esta idea debe responder a una necesidad del mercado, ya sea nueva, que suponga una solución disruptiva o bien que mejore la eficiencia de las propuestas existentes.
En la fase pre-seed se constituye el equipo inicial y se establecen las bases legales, recogidas en documentos como el Pacto de Socios. Asimismo, se desarrolla la estrategia de negocio y se define la viabilidad de la idea. La tangibilidad de la compañía en este punto suele reducirse a un sencillo Powerpoint.
En este estadio, la fuente primaria de financiación son los socios emprendedores a través del boostrapping, es decir, aportaciones de los propios socios fundadores o recursos propios, y, por otro lado, personas próximas a ellos, como pueden ser la familia o amigos.
Fase Seed o fase semilla
En esta es momento de aterrizar el proyecto y validar la propuesta de valor. Se trata de una fase crítica para una startup, pues cerca del 30% de las mismas desaparece en esta etapa.
Es necesario desarrollar un Producto Mínimo Viable (MVP por sus siglas en ingles) que permite testar el producto en el mercado con clientes reales. Es a partir de ahí cuando se realizarán sucesivas iteraciones que derivarán en el Product Market Fit (PMF), es decir, una evolución del MVP con el que se satisfacen de forma exitosa las necesidades del mercado objetivo.
La financiación en esta fase va destinada precisamente al desarrollo y lanzamiento del producto. Tras acudir a su entorno más cercano en la primera etapa, en esta segunda pueden optar por incubadoras y aceleradoras de startups, plataformas de crowdfunding o Business Angels.
Early stage o fase temprana
En esta etapa se registran las primeras ventas y aparecen las primeras métricas del proyecto. Se hace esencial recoger el feedback arrojado por los clientes para seguir mejorando el producto y alcanzar el PMF que garantice la viabilidad del proyecto. Además, el equipo promotor debe demostrar el potencial de escalabilidad para captar el interés de los posibles inversores.
En este punto la empresa debe contar con ingresos recurrentes, por lo que la financiación suele destinarse a mejorar el producto y el equipo, con el objetivo de facilitar que crezca más rápido y profesionalizar la estructura. Es cierto que los objetivos en esta etapa, después de superar los primeros retos, varían en función de la startup. Los objetivos más habituales en esta fase son: aumentar su cartera de clientes, expansión geográfica, seguir mejorando su producto, contratar talento, etc.
Aquí aparecen nuevos perfiles de inversor, como Business Angels “profesionalizados” que pueden aportar su capital, conocimiento y contactos para llevar la compañía al siguiente nivel y fondos de Venture Capital con el foco en etapas tempranas donde poder entrar en el capital para acompañar en las sucesivas rondas de financiación. Otra opción interesante en esta fase puede ser el equity crowdfunding, que, al dar acceso a pequeños inversores, tiene un efecto muy positivo en los modelos B2C donde el cliente/usuario puede convertirse en inversor y embajador de la marca, con el impacto y difusión que esto conlleva.
Growth stage o fase de crecimiento
En esta fase, la startup debe tener validado su modelo de negocio, por lo que se centra en su crecimiento, para lo que recurre a financiación externa normalmente.
La compañía ya ha demostrado su solidez y capacidad de ejecución a los inversores y es normal que algunos de ellos, según el perfil, sigan apoyando a la empresa a través de lo habitualmente conocido, “follow-on en una ronda de financiación”. Es fundamental escoger un compañero de viaje que aporte más que capital, lo que se conoce como smart money, que permite a la empresa acceder a nuevos mercados o aprovechar sinergias que multipliquen el efecto de la inversión.
Debemos tener en cuenta que aquí presentamos las opciones más habituales en cada etapa de una startup, pero sus fuentes de financiación, necesidades y características pueden variar en función de su modelo de negocio, sector de actividad, mercado en el que operan…
Desde Fellow Funders, plataforma de equity crowdfunding, tenemos dos objetivos fundamentales: por un lado, aportar a las pymes, incluidas startups, una fuente de financiación alternativa a la bancaria y, por otro, ofrecer a los inversores empresas con alto potencial de crecimiento que buscan una fuente de financiación equity. Contamos con un equipo de expertos en valoración de empresas y activos que analizan todas las oportunidades de inversión. Todo ello dentro de un marco de confianza, transparencia y seguridad que son los pilares de nuestra plataforma, un espacio de encuentro entre emprendedores e inversores.